Desde iniciada
nuestra relación de noviazgo, hace ya 11 años, mi esposo y yo nos topamos con
el inconveniente que su familia se oponía a nuestra relación. Y no hablo
únicamente de su mamá, sino también de sus hermanas.
Mi esposo
viene de una familia donde el matriarcado es muy fuerte; siendo familia
numerosa y en su mayoría mujeres, es fácil imaginar la reacción cuando una
mujer recién llegada quiere incluirse en esa dinámica familiar.
El rechazo fue
inmediato, tanto que a unos minutos de habernos conocido ya no me aceptaban;
conforme iban pasando los meses de nuestra relación, cada vez se hacía más
evidente la incomodidad de mi presencia en su entorno, hasta llegar al punto en
pedirle a mi ahora esposo, que evitara llevarme a su casa.
Muchas veces pasó
por mi cabeza el desistir de la relación, pues sería mucho más sencillo y
llevadero para mí, incluso pensé en iniciar
un noviazgo con alguien más, en donde su familia, no estuviera en contra mía.
Para mi
fortuna, mi ahora esposo es alguien excepcional, es un hombre caballeroso,
servicial, inteligente, noble, todo lo que yo podía haber pedido para mi vida,
todo lo que había soñado conseguir, estaba ahí… la pregunta es ¿Valía la pena
dejarlo ir, por tener a su familia en mi contra? Gracias a Dios, esa era una
respuesta que no dependía solamente de mí, sino también de él, los dos nos
amamos con una intensidad muy fuerte, los dos sabíamos que a pesar de nuestra
juventud queríamos permanecer juntos para siempre, así que nunca llegamos a
visualizarnos con alguien más haciendo nuestras vidas.
Con el pasar
del tiempo el camino se hizo mucho más difícil, las muestras de rechazo, eran
cada vez más fuertes, las indirectas se volvieron directas, las agresiones
verbales tocaron fondo de parte de su familia hacia mí. Yo siempre trate de
mantenerme al margen de las contestaciones, de quedarme callada, de no emitir
ningún comentario, pues sabía que mi novio me daría mi lugar y me defendería, a
Dios gracias así fue. Siempre él marcó la distancia y exigió el respeto que yo
merecía, por el simple hecho de ser su novia. Después de un tiempo y de
repetidas discusiones por esta situación, y ya con fecha de boda, preferí dejar
de visitar a su familia, deje de intentar sanar la relación, porque simplemente,
no había interés de las dos partes, y entonces me puse a repensar en la idea de
casarnos ¿Realmente quería estar sometida a esa situación toda mi vida? A pesar
de nuestro amor, de nuestros deseos, toda esta situación nos tenía tensos, nos
provocaba discusiones muy fuertes y nos sentíamos entre la espada y la pared ¿Qué
hacer? ¿Dejarlo para evitar problemas?
Una amiga muy
cercana que conocía la situación perfectamente, sabía que en dos ocasiones le
había regresado el anillo de compromiso a mi novio, ella conocía mis planes de dar por terminada la relación, así
que ella nos regaló el Fin de Semana del Encuentro de Novios. Recuerdo
perfectamente su mensaje “Antes de cualquier decisión de la que te arrepientas toda tu vida, vivan esta
experiencia, y si después de eso quieren terminar ¡Adelante!”
Al estar
viviendo la experiencia del Encuentro de Novios, nos dimos cuenta que cada uno
de los temas que tocaron ahí eran temas que nosotros habíamos platicado ya, incluso
teníamos acuerdos sobre ellos, así que todo iba pasando de lo más tranquilo.
Pero… llegó el
tema Familia
política, aún recuerdo la sensación y el suspiro que vino después de
que mencionaron el contenido a tratar…. me invadió de nuevo la tristeza, la
angustia, el enojo, la frustración, la vergüenza. Conforme iba pasando el tema,
el matrimonio charlista mencionaba cosas que me hacían sentir como si ellos
supieran mi situación ¿Alguien les habrá dicho algo sobre nosotros? No, realmente
ahí me di cuenta, que si bien no todos tienen problemas con sus familias políticas,
algunos si, así que no era yo la única, ellos ahora ya tenían un matrimonio sólido,
con hijos, y ahora daban charlas sobre ese tema, que para mí era frustrante y
vergonzoso tocar.
Al salir del
fin de semana, nos sentíamos más seguros de nuestra decisión. Queríamos estar
juntos pese a quien le pese y sin importar quienes estuvieran en contra de nuestra
relación, así que decidimos continuar con los planes de la boda, y 9 meses más
tarde nos casamos.
Hoy después de
2 años 7 meses de matrimonio, y una hermosa hija, nos sentimos sumamente
felices de haber tomado nuestra decisión.
Los problemas con
la familia política siguen ¿Qué cambio? El enfoque con el que trato de aprender
a ver la relación con ellos, cada día para mí, es un día de lucha constante
contra mis recuerdos, mis sentimientos, mi corazón. Debo entender que soy un
ser humano débil, que necesita de Dios, del Encuentro de Novios y de la
constante oración para tratar de sobrellevar mi situación.
Lo que me ha
dado este tiempo en el movimiento es la convicción de que cada día que paso con mi familia, ha valido cada
lagrima y cada ofensa que ellas me hicieron pasar, aún seguimos marcando
nuestros límites, y tal vez nunca se acabe, pero trato de poner en práctica en
mi mente, que esta situación ya no depende de mí y que debo enfocarme en lo que
si me importa, que es mi esposo y mi hija.
Todos los días pienso en lo mucho
que él me ama, y me lo demuestra cada día renovando su sí ante Dios para mí, aún
a pesar de tener que pasar por encima del amor de su familia de origen.
El Encuentro
de Novios, ha sido para nosotros un parte aguas, un sostén en los momentos más
difíciles de nuestra relación, me ha ayudado a abrir los ojos, y en muchas
situaciones, me ha ayudado a esclarecer mis sentimientos, a escuchar con el
corazón, a discutir correctamente y sin ninguna duda me ayudó a perdurar en mi
noviazgo y ahora en mi matrimonio.
Anónimo
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